viernes, 22 de abril de 2011

FOTOGRAMAS - 10 de Agosto de 1979 - España


ASI FUE LA BODA DE
                              SARA

Trémulas de mitomanía y con las carnes estremecidas porque éramos conscientes de que dentro de unas horas íbamos a asistir a un acontecimiento histórico, Pilar Aymerich y yo nos pasamos el viaje de ida Barcelona-Palma rezando un rosario y aferrándonos al asiento del avión. Nuestro invitado, sentado entre las dos, aparecía visiblemente lívido. “Por ahora vamos bien”, comenté con un hijo de voz, ignorando hábilmente que acabábamos de saltar un bache. Pilar se cogió a sus cámaras, como Linus se aferra a su frazadita. Yo prometí mentalmente ponerle una vela a Santa Rita en cuanto alcanzáramos la tierra firme. “No hay peligro. Llegaremos”, seguí animando en plan alcovano. “Si hay algo en esta vida que no podemos perdernos es la boda de Sara Montiel”. El razonamiento debió de convencer a los hados atmosféricos. No nos la perdimos. Y ustedes tampoco.  



Tres estampas únicas e impagables con Sara Montiel luciendo su generosa presencia en su casa de Palma de Mallorca. Su hogar, que hay que decir ya, vistos los plácemes de legalidad que tiene el asunto. O sea que la María Antonia va y se realiza como esposa y madre y ama de casa y reina del hogar y lo que le echen. Con este reportaje cotilloso complementamos nuestra información no menos aguda sobre la superboda y superbautizo.

REPORTAJE

Pues sí: sobrevivimos al avión para poder contarles la boda. Y sobrevivimos a la propia boda. Que ya es sobrevivir. Pero es que tiene una el caparazón muy bien puesto después de tantos años de preguntarse cuándo está haciendo de periodista y cuándo de botafumeiro, y de responderse que con frecuencia se funciona de ambas dos cosas a la vez. De modo que nuestra revista, nuestro invitado, ésta que suscribe y la fotógrafa Pilar Aymerich hemos contribuido, también, a reforzar el más inteligente montaje de relaciones públicas que se ha llevado a cabo en torno a una ‘estrella’ –recuperemos el viejo, nostálgico término- que se llama Sara Montiel y que quiere seguir siendo eso, la estrella, por los siglos de los siglos. 


       

Foto retrospectiva del bautizo, celebrado en la parroquia de San Juan de la Cruz, en Barcelona. De padrinos, los cónsules de Pánama. 
Golpe de efecto: Pepe Tous, ya ‘el marido’ de Sara, lee el comunicado explicando la prohibición del obispo de Mallorca a que se celebrara el bautizo.

Hasta la hora del ceremonial –seis de la tarde en el juzgado de Palma de Mallorca- la jornada ha sido tranquila. El trío de mirones que formamos Pilar, el concursante –se llama Pere, y mira muchísimo- y yo, no nos hemos tropezado con un mal famoso que echarnos a las fauces. Nos hemos bañado en la suntuosa piscina del Hotel Valparaíso, y, oh feliz casualidad, comemos con Terenci Moix y Enric Majó, que estuvieron anoche haciendo el “Hamlet” y se han quedado para aprovechar y no perderse la boda. Pero, shakesperianos aparte, ni un solo rostro popular. Matías Colsada, empresario teatral, Maruja García Nicolau, que fue Miss Europa hace un millón de años y ahora es esposa de señor rico en inmobiliarias, Nicole Blanchery, ex –vedette todavía guapísima, la cupletista erótica Ondina y una casi de incógnito Paloma San Basilio ha sido lo más hollywoodiense que hemos podido encontrar.

Pero decía que hasta la hora del ceremonial la jornada ha sido tranquila, y ya estamos aquí, en pleno patio del juzgado, con las masas empujando y aplaudiendo, el Tous hecho un brazo de mar, vestido de hilo en tono crema, diez kilos menos pesa él y diez kilos menos pesa la Sara –que todavía no llega- porque hasta lo del régimen lo hacen juntos esta histórica pareja. Tous, curiosamente –porque es lo último que te puedes esperar de un novio- lleva una carpeta bajo el brazo, una carpeta llena de sobres que me hace sospechar que algo se está preparando, que algo bulle bajo ese sobaco. Un amigo del novio, un señor que forma parte del consejo de administración de dos bancos y que en este momento tiene un serio problema con  veinte mil kilos de patatas que no sabe a quién colocarle, él sabrá; este señor, digo, va y le coge la carpeta. Yo, momentáneamente, me olvido, porque llega Sara y esto es el desmadre, la gente se le echa encima, aplausos, vítores y esplendor.





Con la debida custodia, Sara y Thais llegan al juzgado.
 Tiernos como el primer día.
La fiesta, a punto de empezar. 

Vestida como de chinita, con traje blanco ceñido y superescotado, abierto por los lados y, encima, una túnica de encaje. Y encima de Sara, alrededor de todos sus miembros enjoyables, más esmeraldas y más brillantes de los que esta servidora ha visto en su vida. “Con uno de estos pendientes, tú podrías vivir más de un año”, me diría más tarde, cuando al final de la fiesta el champán me había proporcionado un sano, sabio y conveniente distanciamiento. Lleva también encima, y, señores, tiene un mérito a Thais, a la que hábilmente situada sobre los hermosos pechos mientras dura el bombardeo de flashes, mantiene.
La ceremonia en sí se prolonga minuto y medio. Pero la ‘operación boda’, part one, es decir, en el juzgado, duró lo suyo, porque se repiten poses y síes y repartos de anillos y firmas y besos al marido y besos a la niña y saludos a los amigos hasta que los objetivos quedan más o menos saciados. La sala, pequeña, está abarrotada. Los fotógrafos se dan codazos y luchan por encontrar el mejor punto de mira. Los periodistas, inmóviles, observamos. Pero todos, todos, sudamos. Yo creo al principio que es llanto, el agüita que se le desliza a una de las testigas de boda, y pienso, claro, es tan emocionante. Pero es sudor, a chorros. Y más fotos: ahora con el libro de familia. Hasta que Sara se vuelve al público –y a la prensa of course- y con esa voz acazallada pide silencio “porque ahora que ya puedo llamarle mi marido, voy a deciros que mi marido tiene algo que comunicaros”.
Y Pepe Tous nos lee el documento en el que nos da cuenta de que el obispo de Mallorca ha prohibido el bautizo de Thais en toda la isla –y aquí Pepe se equivoca y dice “el bautizo de nuestra isla”, y yo pienso, Dios, se nos ha vuelto loco y se cree Onassis y que estamos en Scorpio, pero rectifica en seguida y descanso- porque: a) sus padres, o sea ellos, se casan por lo civil; b) porque hacen coincidir las dos ceremonias; y c) por el grande bombo y platillo que se da al asunto a través de la prensa. Alguien grita algo contra el obispo, la arenga finaliza con un estruendoso aplauso y confieso que hasta a mí me produce un cierto engorro que a una cría tan rica como la Thais –que acaba de cogerme un dedo- le nieguen las aguas bautismales.
Y en ese momento, ¡hop!, reaparece el amigo de las patatas, con la carpeta. Carpeta que contiene los sobres con el comunicado para la prensa y dos fotografías, una en color y otra en blanco y negro, del bautizo que se celebró el jueves 26 en la parroquia de San Juan de la Cruz, de Barcelona, en el más riguroso secreto. Pienso, porque una piensa, que si el obispo negó su permiso el día 16, han pasado fechas suficientes como para haber enterado del desaire hasta a la prensa tailandesa. Pienso también, y reconozco que soy malvada, que decirlo ahora ha sido quizás el momento más glorioso de esta elaborada ‘operación retorno de Sara en todo su esplendor’. Mientras lo pienso, el novio, el propio novio, entrega los sobres y vocea a gritos los nombres de los informadores o los medios a que pertenecemos, por lo que por un momento más se parece a un vendedor de periódicos que a un recién casado. Pero apenas me da tiempo a establecer la comparación porque sigo pensando, ya muy ladina, en los miles de personas que ahorita mismo están en la iglesia de Génova, esperando para aplaudir y gozar de lo visual, y que ignoran por completo que no se va a celebrar bautizo alguno.
Pero no lo van a ignorar por mucho tiempo, porque para allí salen ellos, para volver a comunicar la comunicación a los comunicables que nuevamente aplauden y vitorean. Y sudan.  



Sudorosos pero felices camino de donde el juez.
 Terenci se vistió especialmente para la boda.


Intercambio de anillos para la historia.
 Él firma y ella parece lamentarlo.


Este, es el pastel de bodas. Toda una tarta.
 Bailando ‘La violetera’ en plan agarrao.

La part two tiene lugar en el Valparaíso, en las llamadas ‘Terrazas Panoramic’, que son grandes y tienen jardines y piscina. Los informadores –y el concursante, que ha asistido a todo el proceso, ha abrazado a Tous, ha besado a Sara, le ha hecho un mimo a la Thais y se mantiene agarrado a mis sayas por si acaso- permanecemos en el vestíbulo constatando lo que ya se veía venir: ningún rostro famoso. Me entero de que estaban invitados la Espert, la Dúrcal, la Díaz –Maruja- y el Parra. Me entero también de que han telefoneado felicitando y disculpando ausencia, y de que Vicente ha enviado en representación a su tata, esa intrépida mujer que ha visto veintitantas veces “¿Dónde vas Alfonso XII?”.
Así que las cosas están claras. Esta es la bodísima de Sara Montiel y nadie va a sacar una puñetera foto que no sea con Sara Montiel dentro. Chapeau, sombrerazo, mi jaca galopa y corta el viento, lo que queráis, Tous del alma, que lo hacéis muy bien.
Y empieza el banquete. Empieza al revés. Me explico. Porque para que los fotógrafos tomen sus fotos –porque, por si no lo han notado, los medios informativos eran LO IMPORTANTE  del asunto- se hace ver que se corta la tarta nada más llegar, y se hace ver que se baila el vals a continuación. Etcétera, etcétera. Pero todo muy bien hecho, con categoría. Lo dice una que ha sido cómplice. 
Y las mesas se llenan de invitados, que son amigos de los señores Tous, gentes que cuentan, en Mallorca, y en muchas otras partes. A mí lado hay una mesa de por lo menos quinientos millones, y por ahí corre Cuqui Fierro vestida de verde esperanza. Y en todas las mesas, en todas las caras, hay esa sonrisa como entre indiferente y ansiosa que se pone cuando pasa un fotógrafo por delante y tal vez, quién sabe, a lo mejor estas dos tipas con esa pinta tan rara que van de periodistas son del “¡Hola!”. Y Pilar y yo, con las carnes estremecidas, fotografiamos el buffette y la tarta, eso sí, porque la tarta tiene su historia: pesa setenta kilos, es el trabajo de tres días realizado por dos personas, y tiene en su base una enorme estrella de seis puntas con un molino manchego, el mapa de Brasil –ya saben, la Thais-, el mapa de Ciudad Real –donde nació Sara-, una cuna con cigüeña incorporada, la isla de Mallorca, un gran sol, cuatro pisos de dulce y los novios.
Y de repente me pongo a mirar y me doy cuenta de que la mesa divertida, bohemia y loca –como yo esperaba que fuera la fiesta en su totalidad-, la única mesa con características de discreta orgía es la nuestra: con Enric Majó, con el Terenci, con la Ondina, que se ha bajado el vestido y ha sacado las tetas a ver si así le hacemos una foto, y claro, tampoco es eso; con Isidro Pi, librero y amigo, con Jesús Mariñas, compañero ídem, y con nosotras dos y el Pere, el ganador del concurso, que ahora que me fijo proporciona una nota exótica porque es como tirando a hindú pero en gerundense.



Sara enseña la media, la Torres pasa, Ondina y Enric Majó miran.

Añadamos que no sólo hay ricos y banqueros y ex mises instaladas y magnates y empresarios- Reizábal, sin ir más lejos, junto al ya mencionado Colsada, en cuyo Teatro Español de Barcelona debutará Sara en septiembre con tanda de recitales-, porque también están las tatas, y la cocinera de chez Tous, y las taquilleras del teatro Balear –la Gero, la Catalina y la Anita-, y el abogado que les consiguió la anulación del matrimonio de Sara con Chente Ramírez Olalla, Jerónimo Esteban se llama el hombre, y el médico que los adelgazó, José Fábregas, que ha sido –testiga- por parte del Tous.
O sea, que no está mal la cosa, mayormente porque tampoco ha venido Fernando Sancho, que amenazaba con hacerlo desde la portada del ‘Última Hora’, diario local, y que parecía que iba a venirse con el espíritu de Franco. Ha habido, además serenata popular y muy de la isla, porque ‘La Lira Esporierense’, una banda de un pueblecito de Mallorca, se ha marcado unos pasacalles y finalmente ‘La violetera’, para que los recién casados pudieran, de verdad, bailar a la hora del baile. Y ha habido baile general y una loca local ha insinuado que nos echemos a la piscina y otra loca local –cómo está de adoraciones locas y locales la Sara- ha dicho que no venía preparada para el chapuzón, y finalmente Sara se ha paseado de mesa en mesa y ha venido a la nuestra y nos hemos abrazado, hemos reído, ella me ha dicho lo del pendiente con la esmeraldona y yo he seguido bebiendo champán.
Y por último, como una reina, María Antonia Abad, Sara Montiel en el arte, ha subido las escaleras del brazo de su marido, el empresario Pepe Tous, camino de esa casa que tiene en la montaña de Na Burguesa, en donde la Thais la espera dormida y felizmente bautizada. Ha subido las escaleras que conducen a la salida, majestuosamente, firme como una roca. Y entonces he pensado que la Montiel, que nunca interpretó a Bretch, se ha vengado de esa ausencia en su carrera, y se ha montado ‘La boda de los pequeños burgueses’ para ella sola. Por todo lo alto.


El trío Tous se abre paso entre la multitud enfervorecida. 

Este fue nuestro invitado

Torres, Pere y Aymerich: camino de la aventura. 

La mano inocente y pulida, de entre ciento y la madre de cuponcitos que nos llegaron, hizo que la Diosa Fortuna obsequiara con nuestra hermosa invitación a asistir a la Bodísima de Sara Montiel y Pepe Tous a: PERE GARCIA VIDAL, de Gerona, casado –felizmente- y con una niña de meses, que se quedó en casa al cuidado de su mamá, también ella, como PERE, “fan” fotogramera de las que merecen premio. Nuestro hombre nos escoltó por todos los avatares de la larga jornada, y, entre beso a la Sara y apretón de manos al Tous, nos contó un poco de su vida: que trabaja en una gestoría, que está loco por el cine, y por el teatro, y que mismamente en sus años mozos inició algo así como una carrera de actor, pero que las musas no acabaron de conquistarle. Gracias a eso, hoy le tenemos a él asistiendo a la boda de la Sara, y no al revés. 


Presentamos nuestro invitado a Tous (obsérvese la carpeta). 

Lo cuenta: MARUJA TORRES
Reportaje gráfico: PILAR AYMERICH

EL RECORTE XX
Como contaba Maruja Torres en su reportaje, la revista Fotogramas sorteó un viaje para que algunos de sus lectores pudiesen acudir a este evento histórico en la época. Aquí el último de los cupones para poder participar en el sorteo. 
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LA FOTO XX


Sara, Pepe, Thais y Zeus. El matrimonio de la estrella con Tous fue el cenit de una vida repleta y, seguramente, el comienzo de la etapa más gloriosa de la diva, al menos en el terreno personal. 


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